Los inicios del impresionismo
12. septiembre 2017
Zpět na blogEl nacimiento del impresionismo está estrechamente ligado al progreso técnico de la sociedad.
Para poder captar las impresiones más sutiles, los matices de luz y color, los artistas necesitaban salir del estudio y pintar al aire libre. Pero hasta mediados del siglo XIX, eso era técnicamente muy complicado, especialmente cuando se trataba de usar pintura al óleo en exteriores.
Las pinturas se almacenaban en pequeñas bolsas hechas con vejiga de cerdo. Para extraer el color, había que perforar una pared delgada del saquito y luego volver a sellarlo. Con cada uso, este proceso era tan laborioso que la pintura solía secarse rápidamente.
En 1840, William Winsor, fundador de la marca Winsor & Newton, propuso guardar las pinturas en una especie de jeringa de vidrio o metal. Sin embargo, esta solución no resolvía del todo los problemas de secado y transporte.
Fue el pintor estadounidense John Goffe Rand quien, en 1841, registró la patente de un invento llamado “Mejora en el sistema de almacenamiento de pintura”. Había nacido el tubo de pintura metálico, tal como lo conocemos hoy.
Ese mismo año, Rand presentó varias patentes para perfeccionar el diseño, aunque aún no incluía el cómodo tapón enroscable.
Mientras tanto, William Winsor patentó una versión con boquilla y rosca, más práctica para los artistas. En 1842, la fábrica Winsor & Newton empezó a producir masivamente estas nuevas pinturas en tubo.
En poco tiempo, este invento se extendió por todo el mundo.
A pesar de los múltiples intentos posteriores por mejorar el diseño, el tubo metálico con tapón enroscable sigue siendo hasta hoy el formato más práctico y funcional para almacenar pintura al óleo.